¡POR UN 1° MAYO DE
LUCHA Y DE UNIDAD EN TODOS LOS PAÍSES!
¡Trabajadoras y trabajadores de todo el mundo!
Tras tres años de una profunda crisis económica,
consecuencia inevitable por el modo de producción capitalista, celebramos el 1°
de mayo en una situación caracterizada por el crecimiento del paro, por el
aumento de la explotación, por la disminución de los salarios, por la extensión
de la miseria y del hambre.
La ofensiva reaccionaria del capital adquiere formas
más agudas. Con fin de proteger los intereses de los monopolios capitalistas y
hacer caer todo el peso de la crisis sobre los hombros de los trabajadores, se
deja manga ancha a los despidos en masa y a las "reformas"
antisociales, se ataca a los contractos laborales, se impone el autoritarismo antiobrero
para llevar descienda a límites extremos el valor del trabajo e incrementar el
poder de los patrones.
La burguesía está a la ofensiva para liquidar las
conquistas económicas, políticas y los derechos conseguidos por la clase a
obrera en décadas de duras luchas. Después de haber subvencionado a los bancos
y grandes empresas con enormes cantidades de dinero público, ahora se sanea la
deuda de los estados cortando las jubilaciones, desmantelando los servicios
sociales, aumentando la presión fiscal de las masas.
Por consiguiente las condiciones sociales de la
mayoría de los trabajadores empeoran constantemente, mientras que las capas más
altas de la sociedad siguen viviendo en el lujo y el derroche. Si los
periódicos burgueses hablan de recuperación ésta es sólo para los grandes
accionistas que se reparten abundantes
dividendos, no para los obreros.
Mientras se acentúan las contradicciones y los
desequilibrios propios de la economía capitalista, observamos cómo se agravan
las diferencias entre los monopolios y los estados imperialistas por mantener
los mercados y las zonas de influencia, para apoderarse de las materias primas
y desbaratar a sus competidores.
Avanza la escalada agresiva de la decadente
superpotencia de EE.UU., la
intensificación de la guerra de rapiña en Afganistán y Pakistán, las amenazas a
Cuba, a la R. P. D. de Corea, a Venezuela, los golpes en Honduras y en África,
el apoyo a la criminal política sionista, la ocupación militar de Haití, la
preparación de la agresión a Irán, la instalación de bases militares en
Colombia, las amenazas contra las fuerzas progresistas y revolucionarias en
cada continente.
Al mismo tiempo se agudizan las contradicciones con
las otras potencias capitalistas, en particular con China y Rusia, y se fortalecen
las tendencias propias del imperialismo, las cuales conducirán a nuevas
guerras. Detrás de sonrisas y la máscara
"pacifista", se desarrolla una nueva carrera armamentística, como el
"escudo antimisiles" que EE.UU. quiere instalar en Europa, cuyo peso
recaerá como siempre sobre los trabajadores y los pueblos.
Todas las tentativas de la burguesía para superar
artificialmente la crisis económica, para sanear las llagas sociales,
ambientales y morales del actual modo de producción, han resultado inútiles. En
esta situación se intensifica la lucha entre capital y trabajo. Sometido a un
feroz ataque, el proletariado no quiere volver atrás, no puede permanecer
inmóvil. Sus intereses de clase lo llevan a luchar de modo organizado contra la
clase dominante.
En Europa, en Asia, en el continente americano,
continúa y se fortalece la lucha de la clase obrera, que se niega a pagar la
crisis de los capitalistas y vuelve a tener confianza en su propia fuerza. De
modo particular se desarrolla la lucha entre los jóvenes obreros, precarios y
superexplotados, de los trabajadores inmigrantes sin derechos, de los parados
sin indemnización, de los millones de explotados que apenas llegan al fin de
mes. Junto a ellos se movilizan los campesinos pobres y las otras capas populares
oprimidas por las políticas de los monopolios.
También los pueblos y los países oprimidos participan
cada vez más abiertamente con sus legítimas reivindicaciones contra el dominio
impuesto por el capital financiero, y se unen al movimiento revolucionario
contra el común enemigo: el imperialismo.
El espíritu de revuelta crece y se acumulan los
elementos que llevarán a futuros estallidos revolucionarios en los eslabones
más débiles de la cadena imperialista.
Frente al crecimiento y al avance del proletariado y
los pueblos, la burguesía busca una vía de escape mediante la reacción política
y la represión más brutal. Los capitalistas y sus gobiernos debilitan y atacan
las organizaciones de masa en las que los trabajadores se unen y luchan,
difunden con profusión el veneno del racismo y la xenofobia para incrementar la
competencia entre trabajadores, movilizan reaccionariamente a sus aliados pequeño-burgueses, utilizan el
terrorismo fascista como arma contra el movimiento obrero y sindical, persiguen
a los dirigentes de las luchas obreras y populares. Dentro de este panorama
reaccionario, se incluye la tentativa de ilegalizar las fuerzas comunistas y de
prohibir los símbolos de la liberación de los trabajadores.
Esta situación impone a los trabajadores de todos los
países la exigencia de organizar un amplio frente único de lucha, contra la
ofensiva del capitalismo, la reacción política y los peligros de guerra, para
acelerar el fin ineluctable del sistema de explotación capitalista.
Es necesario que los trabajadores desarrollen en cada
país una política de unidad contra el capital para frenar los despidos, contra la flexibilidad y
la precariedad; para impedir la supresión de los derechos y las conquistas
sociales, por el respeto y el desarrollo de la negociación colectiva; para
decir ¡no! al pago de la deuda extranjera y a las privatizaciones; para
reivindicar la reducción de la jornada laboral y dos días de descanso semanal
sin disminución del sueldo; por un salario mínimo decente y subvenciones capaces
de cubrir las necesidades básicas de los que se quedan en paro; contra los
gastos militares, por los servicios públicos, salud y educación gratuitas y que
sirvan a las amplias masas; por la regularización de los "sin
papeles"; por la retirada de las tropas de los países ocupados.
Con su unidad y su fuerte implicación en la lucha, la
clase obrera es capaz de quebrar el bloque
del capital, de rechazar los ataques de la burguesía y de hacer pagar
las consecuencias de la crisis a los capitalistas, a los ricos, a los parásitos
sociales, dando paso a la transformación revolucionaria de toda la sociedad.
El principal obstáculo que se opone a la construcción
del frente único es la política de
colaboración y conciliación de clases seguida por los partidos socialdemócratas
y reformistas.
En esta fase emerge de modo aún más claro la política
de traición a los intereses de los explotados llevada a cabo por los jefes
socialdemócratas y reformistas, de las cúpulas sindicales colaboracionistas,
que tras la demagogia del «diálogo social» desarman a los obreros, los dividen y los empujan a
capitular.
Pero estas fuerzas que por décadas se han instalado en
las instituciones burguesas ya han perdido la credibilidad a los ojos de los
trabajadores, que critican cada vez más su incoherencia y debilidad, su papel
de freno de las luchas y ayuda a las fuerzas reaccionarias.
En la lucha contra el imperialismo y las burguesías
nacionales se podrá avanzar sólo
derrotando el oportunismo, rompiendo la pasividad y la política escisionista
propia de la socialdemocracia, de los oportunistas y de las otras fuerzas
chovinistas.
En este proceso de desarrollo de la lucha entre las
clases sociales, capas de masas cada vez más amplias de trabajadores y
explotados comprenderán la realidad del imperialismo, abandonarán las ilusiones
reformistas y se convencerán de que es
necesaria la revolución social del proletariado para construir un nuevo y
superior sistema social.
El capital monopolista, el imperialismo, es un sistema
parasitario y moribundo, que tiene el único fin de obtener el máximo beneficio para una minoría de
explotadores, y por lo tanto es irreformable. La burguesía ha demostrado ser
incapaz de poder ser la clase dominante durante mucho tiempo, muestra cada vez
más claramente que es incompatible con la sociedad y la naturaleza.
El único modo para poner fin a las devastadoras crisis
económicas, a las guerras injustas, a la destrucción del medio ambiente, a la
extensión de la corrupción, a los males endémicos del capitalismo, es la acción
revolucionaria por la conquista del poder político por parte de la clase obrera
y de sus aliados, la abolición de las relaciones burguesas de propiedad y la
construcción del socialismo.
Por lo tanto llamamos a los mejores elementos del
proletariado, a los jóvenes revolucionarios, a participar en cada país en la
construcción de auténticos partidos de la clase obrera, a reforzar las filas de
aquellos existentes, porque el partido comunista basado sobre el
marxismo-leninismo es la garantía segura para dirigir las luchas del movimiento
obrero y popular hasta la victoria.
¡Qué el 1° mayo del 2010 sea un día de lucha de clase,
que se exprese con manifestaciones en las calles y huelgas de masa, con un
mayor sentido revolucionario!
¡Reforcemos la lucha unitaria contra el capitalismo,
creemos y consolidemos las organizaciones obreras y populares, en primer lugar
los partidos y las organizaciones comunistas!
¡Hagamos pagar la crisis a los monopolios
capitalistas, a los ricos y a los parásitos burgueses que son los responsables!
¡Demostremos que millones de trabajadores hacen de
nuevo suya la causa de la revolución y el socialismo!
¡Desarrollemos la solidaridad internacional entre los
trabajadores y los pueblos!
Primero de Mayo de 2010
Conferencia Internacional de Partidos y Organizaciones
Marxistas-Leninistas (CIPOML)
http://www.cipoml.org