A LOS SETENTA AÑOS DE LA MUERTE DE ANTONIO GRAMSCI

 

 

            Hace setenta años, el 27 de abril de 1937, después de doce años de reclusión en las mazmorras fascistas, moría Antonio Gramsci.

            Seguramente serán vertidos ríos de retórica conmemorativa con ocasión de este aniversario. Fassino, D’Alema, Bertinotti, Rizzo, Diliberto, y todos los oportunistas, que desde hace muchos años han traicionado las enseñanzas leninistas de Gramsci, ahora tratarán de `presentarse mentirosamente como sus herederos después de haber depurado esmeradamente su pensamiento de todo contenido revolucionario.

            Nosotros, marxistas-leninistas, queremos honrar la memoria de nuestro gran dirigente comunista, de manera distinta, poniendo el acento en este número –en el  plano teórico y en el político – dos cuestiones fundamentales que él mismo abordó en los años que estuvo en la dirección del Partido Comunista de Italia (Sección de la Internacional Comunista).

            1.- El año 1921, año de la fundación del Partido en Livorno, Gramsci escribió que el partido comunista continuaba «la tradición de los jacobinos de la revolución francesa contra los girondinos.» Él, al igual que Lenin, consideraba justamente al partido Jacobino como el primer partido revolucionario moderno y afirmaba con energía que los comunistas debían ser como los bolcheviques rusos, los nuevos jacobinos, a la vez que los socialistas eran los nuevos girondinos que habían traicionado y seguían traicionando los intereses de la clase revolucionaria. Sobre la base del papel hegemónico del proletariado en la confrontación de los campesinos pobres, y en relación con la clara antítesis  revolucionaria en la lucha de las fuerzas políticas burguesas, el partido comunista debía tomar las medidas necesarias para « aniquilar la clase contraria» y «hacer imposible la contrarrevolución.» Él, Gramsci,  veía en Lenin al gran continuador de Marx y el hombre que había dado «la máxima aportación teórica» al marxismo en cuanto constructor y realizador «teórico-práctico de la hegemonía.». Buscar la hegemonía sin dictadura era, para Gramsci, un proyecto de los girondinos socialdemócratas. Era un proyecto que nosotros, comunistas italianos conocemos muy bien: es el mismo que durante decenas de años han  elaborado los politicos y los intelectuales revisionistas togliatianos, llevando al proletariado italiano  a la derrota y a la liquidación del partido de la clase obrera y su transformación –mediante una serie de vergonzosas metamorfosis- en un partido liberal-democrático.

            2.-Gramsci vio con gran lucidez que el proletariado para llegar victoriosamente a la revolución en Italia, y en los países del Occidente de capitalismo desarrollado, debería llevar a cabo una prolongada «guerra de posiciones»: teoría clave del pensamiento gramsciano sobre la que los revisionistas han efectuado las más increíbles mistificaciones. En un informe al Comité Central, en agosto de 1926, decía Gramsci: « en los países de capitalismo avanzado la clase dominante posee reservas políticas y organizativas que no poseía, por ejemplo, Rusia. […]El aparato estatal es mucho más resistente de lo que se puede pensar, y puede organizar en momentos de crisis, fuerzas fieles al régimen, más de lo que el alcance de la crisis podría dejar suponer.»

Estaba claro para Gramsci (como escribía en una carta en 1924 a Togliati, Terracini, etc.,) que «en Europa Central y Occidental el desarrollo del capitalismo ha determinado, no sólo la formación de amplias capas del proletariado, sino también por eso se creo el estrato superior, la aristocracia obrera, con sus anexos de  burocracia sindical y de grupos socialdemócratas. La determinación que en Rusia era directa y lanzaba a las masas en la calle al asalto revolucionario, en Europa Central y Occidental se complica por esta superestructura política, que hace más lenta y más prudente la acción de las masas, y exige por tanto, al partido revolucionario toda una estrategia y una táctica mucho más compleja y mayor andadura  que la que fue necesaria a los bolcheviques en el período de marzo a noviembre de 1917.»

            Pero la « guerra de posiciones» no significaba para Gramsci ningún abandono de la « guerra de movimiento», sino una relación  entre los dos momentos, una mayor concentración de fuerzas, respecto a las condiciones en Rusia.           El fin estratégico de la « guerra de posiciones» era la toma violenta del poder, la dictadura del proletariado y el aniquilamiento definitivo del enemigo de clase.

            La mistificación de los distintos Spriano, Cerroni y otros historiadores y teóricos revisionistas,  y la acción concreta del grupo dirigente togliatiano del PCI, hicieron coincidir la «guerra de posiciones» con la vía pacífica y parlamentaria al socialismo, con la llamada « marcha a través de las instituciones» de la república burguesa italiana y con la total renuncia a la dictadura del proletariado. ¿No es esta la misma práctica que siguen hoy, como fuerza de reserva de la burguesía, los grupos dirigentes de los partidos pseudo comunistas como Rifondazione y el PdCI? Hace un rato que los obreros más  avanzados y combativos lo han comprendido. Es ya momento de que esta conciencia se traduzca en una ruptura, no sólo política, también organizativa con todas las formaciones liberal-demócratas, socialdemócratas y oportunistas, y en un compromiso por parte de lo más avanzado del proletariado para la reconstrucción de un auténtico partido comunista.