SOBRE LA GUERRA EN EL CÁUCASO

 

            Los recientes acontecimientos en el Cáucaso, las cuestiones planteadas por la guerra entre Georgia, avanzadilla de los EE.UU., y Rusia, exige una clara toma de posición.

            Primeramente, debemos ser conscientes del carácter reaccionario e imperialista de esta guerra. Se trata de una guerra por el reparto de las zonas de influencia y de las materias primas (la reserva de petróleo del Mar Caspio, las segundas después de las del Golfo Pérsico). Esta guerra, incubada desde hace años, es la continuación por otros medios de la política de las grandes potencias y de la lucha interna de sus clases dominantes.

            Particularmente para los EE.UU. es la continuación de su política de cerco y aislamiento de Rusia,  del control de las fuentes energéticas y de los canales de transporte en una región estratégica a caballo entre Europa y Asia.

            El imperialismo estadounidense utiliza su peso militar, político y económico  en la lucha por el reparto de la zona a su favor. Quiere afirmar su dominio en la región, reforzar su presencia militar, apuntalar su supremacía mundial debilitando a sus competidores imperialistas dependientes del petróleo y del gas.

            La vía libre a la ofensiva georgiana, es de hecho un acto más de la «guerra infinita», después de Iraq y Afganistán; una guerra  auspiciada por los intereses del complejo militar-industrial y de los monopolios del petróleo, apoyada por el sionismo.

            Putin y Medvedev, por su parte,  después de haberse reforzado económicamente, tratan de romper la barrera levantada por sus competidores, restableciendo su influencia sobre las fuentes energéticas de las que habían sido expulsados. Indudablemente, con el contraataque militar en Georgia y el reconocimiento de Abjazia y Osetia del Sur, han reforzado su posición en la zona.

            Nos encontramos con un conflicto interimperialista, independientemente de quien ha iniciado la agresión armada (en este caso el fantoche georgiano  Saakashvili);las raíces de este conflicto se hunden en la política seguida por las grandes potencias desde el desplome del revisionismo soviético hasta hoy.

            Es errónea la tesis de los que preconizan el carácter puramente «defensivo» de la acción del imperialismo ruso para tratar de salvaguardar sus intereses amenazados en sus fronteras.Es esta una posición propia de oportunistas. El carácter «defensivo» de la acción militar rusa no es el que indicaba Lenin, porque Rusia no es un Estado oprimido, privado de derechos, en  lucha contra una gran potencia, y por lo tanto, no se la puede apoyar de ninguna manera.

            Rusia es un país imperialista que se prepara, con todos los medios de que dispone (no diferentes de los de sus rivales imperialistas yanquis, europeos y asiáticos) para conflictos de mayor magnitud. La acción de la burguesía rusa, no tiene ningún carácter progresista.

            Al mismo tiempo es preciso recordar que  tras los EE.UU. y las otras potencias como Rusia, Alemania, Francia, Japón, China, Italia, etc., se dan diferencias de fuerza, de capacidad militar, de posiciones políticas, etc., etc., pero no de cualidad.. No son países «menos imperialistas» que otros.

            El conflicto del Cáucaso se inscribe en la tendencia a la guerra imperialista, al nuevo reparto del mundo, que caracteriza los últimos decenios como consecuencia del desequilibrio creado con el hundimiento de la URSS revisionista.

            El imperialismo para tratar de salir de la crisis económico-financiera, que se profundiza, recurre cada vez más frecuentemente a la guerra. Al mismo tiempo, el conflicto caucásico acentúa la rivalidad y las contradicciones entre las potencias imperialistas, creando las condiciones para conflictos más amplios.

            El segundo aspecto a subrayar, es que la cuestión de la autodeterminación de las naciones no tiene nada que ver con el motivo real de la guerra, que es una guerra de  los opresores de la mayor parte de las naciones del mundo para reforzar y extender su opresión. La burguesía trata de ocultar su afán de rapiña con mentiras sobre la «libertad e independencia nacional», de esta o aquella nación.En realidad quiere oprimir a la nacionalidad y no liberarla. EE.UU. y Rusia no se baten por la autodeterminación de los pueblos de la región, sino para oprimirlos e incluirlos en sus respectivas áreas estratégicas, ya sea como fuerza armada y  bases militares, o como instrumentos diplomáticos y  de presión político-económico.

            El imperialismo es opresión para los pueblos que sufren también la tiranía política de los regímenes corruptos que los gobiernan. Los pueblos de la región son todos ellos víctimas de la dominación imperialista que asfixia su independencia, su libertad, su soberanía, su cultura y su derecho a la vida y a la paz.

            Reconocer el derecho ala autodeterminación de los pueblos de Abjazia y de Osetia del Sur, es justo; pero ningún apoyo político puede darse, desde una perspectiva comunista e internacionalista proletario, a  las burguesías nacionales que quieren refugiarse bajo el ala «protectora» de  la Rusia de Putin, el cual cínicamente pretende tutelar el ejército y  los pueblos.

            No se trata en este caso de una lucha por conquistar realmente la independencia nacional de todos los estados imperialistas. Si fuera así, los comunistas deberíamos darles todo nuestro apoyo político; pero hoy, cualquier nacionalidad del Cáucaso que elija cobijarse en el manto de alguna de las potencias imperialistas en lucha contra las otras, serán totalmente dependientes de esa potencia y serán un protectorado, como es el caso de Kosovo.

Al mismo tiempo hay que desenmascarar las posiciones a favor de la «integridad territorial de Georgia», ¡apoyada nada menos que por quien ha favorecido con todos los medios la desintegración de Yugoslavia y de Iraq!

            Por último, debemos señalar que se han manifestado numerosas contradicciones en el campo occidental, particularmente entre los EE.UU. a la ofensiva, y la UE en búsqueda de un compromiso, y aún estando en él mismo campo, con la OTAN. Particularmente la burguesía italiana, en posiciones de debilidad, se ha mostrado muy preocupada aliándose con las posiciones francesas y alemanas. Está claro que el Gobierno de Berlusconi trata de tener el pie en dos zapatos: dentro de la OTAN y amigo-cliente de Rusia con la que no quiere antagonismos...Difícilmente podrá mantener ese equilibrio en el momento en que la OTA se despliegue en el Cáucaso, el escudo antimisiles sea una realidad y el conflicto se extienda a Ucrania, Moldavia, etc.

            En este sentido las fuerzas reaccionarias, belicistas, ligadas a los EE.UU. y al Vaticano (bien representado también en el PD) están  trabajando para un mayor alineamiento-subordinación, con la OTAN, y aprovechan la guerra para desviar la atención del creciente descontento dentro del país y romper el movimiento de resistencia de las masas.

            ¡Llamamos a la movilización! ¡No permitamos que nuestro país siga siendo cómplice de la escalada hacia una guerra contraria a los intereses de los trabajadores y de los pueblos! ¡Nos negamos a pagar el peso de la aventura militar de la burguesía!

¡Alto a la «guerra infimita» por el petróleo! ¡No a la política de la guerra del imperialismo y a la intervención militar! ¡Fuera los EE.UU. Israel y la OTAN del Cáucaso! ¡No a la expansión de la OTAN y al escudo antimisiles! ¡No a la voracidad imperialista y chovinista de Rusia! ¡No a las tropas italianas en el extranjero!¡Fuera de la Nato y de  la UE!¡Fuera las bases estadounidenses de nuestro territorio! ¡No al aumento de los gastos militares en detrimento de los sociales y de los salarios! ¡Junto a los pueblos en lucha contra el imperialismo!

¡Adelante para conquistar una sociedad mejor, sin explotación, miseria ni opresión y guerras de rapiña.Por elsocialismo1

 

¡Reconstruyamos el Partido Comunista!

 

Agosto de 2008

PIATTAFORMA COMUNISTA